De pequeño nunca vi un combate de "Pressing Catch" cuando Tele 5 llegó a España y empezó a ofrecer este show. Pronto fue uno de los programas favoritos de aquellos años por los críos y el merchandising - los muñecos, decíamos - empezó a florecer en las tiendas de juguetes y papelerías (porque, recordad, en muchas papelerías antes también se vendían juguetes, no me preguntéis la lógica, pero así era...)
El caso es que nunca vi un combate de lucha libre de pequeño. En casa se sentenció rápido: es un programa violento como el boxeo y, además, es todo mentira. Yo no entendía muy bien eso de que fuera lucha, violenta y, a la vez, todo mentira, pero se acataba lo que lo que papá y mamá decían y nunca nuestro hogar presenció aquel teatrillo sobre cuadrilátero. Jugando con los amigos en la plaza, en el patio del cole, o viendo los juguetes, conocía a muchos de 'los personajes', y cuando se hacía alguna parodia de los más famosos en programas de humor, los que podía ver, pillaba la referencia. Pero, en general, nunca viví ni entendí 'la magia de ese deporte guionizado'.
Ya de adulto, en cines, disfruté mucho de 'El Luchador', de Darren Aronofsky. Esa película me ayudó bastante a ampliar las escasas ideas que tenía sobre la lucha libre americana, pero tampoco me convirtió en un seguidor de esta fantasía. Tampoco lo hizo el que hace años se pusiera de moda practicarla en España -supongo que se sigue haciendo- o al menos, en ese momento se visibilizó mucho el género practicado por deportistas patrios - así que las siglas WWE, RAW (para mí es un formato de archivo fotográfico para editar) o WrestleMania han seguido siendo habitaciones oscuras de la cultura popular.
Y con estas, me encuentro hace unos días enganchado sin remedio a la docuserie 'UnREAL', dedicada a la temporada 2025 de este deporte USA y deglutiendo fascinado cada uno de los episodios, su montaje, su dramatización de 'la dramatización' de lo que se va a guionizar y luego 'luchar'. En nada, términos que para mí eran un idioma imposible, se convierten en familiares, y caras que solo conocía por haber saltado al cine o gracias a memes de internet acompañaban a las de hasta hace nada completos/as desconocidos/as para mí pero auténticas super estrellas con sus propios muñecos de colección (o derecho a tener uno pronto).
Veo la sangre, las narices torcidas, los triceps rotos y las espaldas rojas y entiendo la pasión a la vez que no comprendo nada. El montaje es vibrante, asisto atónito al desarrollo de una de las 'historias principales' (recuerdo haber leído en internet algo sobre ella y que ese personaje no merecía terminar con ese giro su carrera), alucino con toda la escenificación y me frustra no poder ver más de los entresijos de toda esta farsa tan real como la fantasía que ofrece un programa de Forjado a Fuego ni de conocer las verdaderas miserias de esta primera división.
Quedo completamente rendido ante semejante negocio, cegado por sus fuegos artificiales, aceite corporal y ropas chillonas. Y entonces recuerdo el documental 'You Cannot Kill David Arquette', donde se cuenta casi lo mismo que en estos cinco episodios, pero de una forma conmovedora y sin el carácter comercial de ser una serie derivada. Aquí, se nos presenta el intento de David Arquette para volver a ser luchador profesional, esta vez desde lo más bajo. Y gracias a UNREAL, entiendo ahora lo de las 'historias' que se mencionan (al haber sido Arquette protagonista de una de ellas en los años 2000 en este deporte).
En 'You Cannot Kill David Arquette' también hay lesiones, torceduras, roturas, sentencias de médicos de que no se fuerce la máquina por riesgo de muerte y una artería rota por el cristal de un fluorescente (David volvió a nacer esa noche) sin la brillantina y el presupuesto de la serie de Netflix, pero al final tratan de lo mismo.
Y en mi cabeza viene la última imagen de El Luchador, como metáfora de lo que es este deporte, de lo que son sus personas y lo que rodea a todo esto. Por supuesto, suena de fondo 'Sweet Child O' Mine'.

