Se trata de uno de los mejores cómics de Sci-Fi que he leido nunca, cortesía de Grant Morrison y Frank Quitely.
La premisa de la obra no es nueva, una agencia secreta crea tres armas de destrucción masiva con los cuerpos de animales abandonados. Pronto, los animales escaparán y crearán el señor cipostio a su alrededor, con miembros cercenados y toneladas de cadáveres a sus espaldas.
Si, vale... Hemos visto esta peli en el videoclub cuando éramos canis mil millones de veces, pero la elegancia con la que se plantea la obra, el guión, cerrado, sin fisuras y el exquisito dibujo de un Quitely cada vez más Moebius hacen de ella una gran recomendación.
Se armó una buena cuando salió a la venta. Parece ser que o amas este tebeo o lo aborreces. En mi defensa está el haberlo regalado varias veces y recomendado otras tantas y haber logrado la aprobación de los lectores. Es más, es una de las pocas obras que me han arrancado varias lágrimas al final de la misma.
Porque aunque parezca un viaje sin retorno previsible, un tunel sin salida el que recorren los pobres protagonistas, cuando la magia de la pluma del señor Morrison está de por medio, tengan por seguro que la palabra emocionante se queda corta.
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