domingo, 13 de enero de 2013

¡Rompe Ralph!

¡Rompe Ralph!, más allá de sus pretensiones nostálgicas, de tratar de ser un producto para adultos jugones y de poseer algunos momentos vergonzosos de product placement, funciona como película Disney ya que sigue a rajatabla todos sus patrones, los mismos que la factoría parecía haber olvidado cuando disolvieron su división de animación 2D y que recuperaron cuando Lasseter tomó posiciones dentro de la casa como "Principal Creative Advisor" ejerciendo así de productor ejecutivo en casi todas las cintas producidas a partir de Bolt.

Disney es una factoría conservadora. Los valores, modelos, patrones de guión de vida que usan siguen siendo arcaicos, retrógrados. Pero eso no impide que haya destellos dentro de sus cintas.

El acierto que supone colocar a Vanellope como heroína Disney, haciendo que Ralph deje de importar a mitad de metraje, coloca al espectador en el punto de desear ver como se solucionan los varios subargumentos que se abren para mantener la atención del adulto. Aderezan además cada segmento de metraje con las dosis justas de humor para todos los públicos con doble sentido especializado (un Konami Code no dirá nada a un chaval nacido en los 2000 -puede que incluso para uno de los 90- pero para quien lleve en el planeta un tiempo más es uno de los momentos más deliciosos vistos en pantalla grande, amén de esos puentes entre escenas pixelados con los que intercalan los primeros minutos de cinta.

Tampoco sorprende que coloquen a una niña como jugadora en las máquinas recreativas, ni que pretendan darle un aire de retro nostalgia al salón de juegos que sirve de enlace para todas las máquinas que conforman el universo de ¡Rompe Ralph! Poner a una niña jugando a videojuegos es lo menos que puede hacer Disney, teniendo en cuenta la cantidad de personajes masculinos con los que ha poblado sus cintas, tanto de imagen real como de animación a lo largo de décadas, y darle un aire de solemnidad al centro recreativo no es más que ofrecer un recuerdo distorsionado de lo que eran aquellos lugares.

La pareja cómica que conforman FélixCalhoun refuerza de nuevo los patrones conservadores con los que se maneja Disney constantemente y con los que da sentido a su universo y conglomerado empresarial. Menos mal que Vanellope es la ruta de escape para aquellos que, si bien seguimos amando las cintas animadas de Disney, no dejamos de ver sus terribles patrones allá donde pasan. Ralph, por cierto, aprende una bonita lección, que nos debe servir a todos una vez disfrutado el metraje. Que queramos ver en este momento moral final una metáfora de la sociedad actual o un simple canto de amor a los videojuegos clásicos depende de la intensidad del escrutinio con el que analicemos el trabajo.

Partida extra:

¡Rompe Ralph! tiene los end credits más bonitos que he podido ver en películas recientes, amén de uno de los scores más demenciales y pegajosos, de esos para escuchar una y otra vez. Mención especial para el tema principal de Sugar Rush, cortesía de eso que los japoneses llaman grupo idol, las AKB48.

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