Su único pasatiempo espiritual serio era oír música, aquellos blues eléctricos con garra que habrían de constituir los auténticos precursores y motor vital del rock and roll inglés; esa música, opinó toda la vida, era muy superior a las tonadillas visionarias de tres minutos de music-hall que, procedentes de Liverpool, cautivarían al mundo pocos años más tarde.
Chesil Beach, Ian McEwan
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