Este poemario, construido sobre lo que una persona de su edad puede conocer (o no) de la vida es digno, meritorio y valiente. Porque el movimiento se demuestra andando, haciendo cosas y mirando desafiante al horizonte sin mirar atrás y sin miedo a meter la pata; de los errores se aprende, de las críticas se extraen fuerzas y de los aportes valiosos se construyen nuevos mundos.
Además, la autora invoca a Jenna Haze en medio del tornado (caos, cacao, tormenta) visceral de sus palabras y solo por eso tiene mi más eterna simpatía. Una vez digerido este libro de nuevo pienso (más que nunca) que jamás hay que dejar que los hombres tristes grises de oficina nos digan qué debemos hacer y cómo debemos llevar el guión de nuestras vidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario