Yo no era antes lector del periódico. Ni del periódico ni de ninguna otra cosa. Me había propuesto mantenerme al margen en un estado salvaje en lo que a cultura escrita se refiere. Luego hubo quien me hizo ver que esta actitud mía era una niñería y empecé a leer con normalidad. Tenía cuarenta años. Todos los relatos, igual de demenciales.

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