Un vampiro depresivo recibe la visita terapéutica de su esposa (y más adelante de la cuñada-movidas). Les pasan cosas de gente normal, solo que son vampiros y llevan sobre el planeta desde hace siglos. Hacen muchos chascarrillos de pretendida profundidad poética y reflexiones que piden un poco de nivel cultural, pero no demasiado para que ningún espectador se sienta molesto o insultado.
Y ya.
Y que me ha encantado.
Porque así son las películas de Jim Jarmusch, de amar u odiar, sin término medio, por culpa de su completa inanidad.
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