Tiene Tomorrowland ese no sé qué qué sé yo de las añejas cintas de imagen real de Disney que hace que tras su visionado uno quede flotando tras el espectáculo de artificios, buenos sentimientos y mensajes positivos (algo que en verdad me pone a la defensiva, pero ese es otro debate).
La dirección de Brad Bird brilla mucho menos en esta ocasión que en sus cintas animadas (o que en la refrescante Mision Imposible Protocolo Fantasma) pero aún así deja unos cuantos momentos memorables en la pantalla (mención para el espectacular falso plano secuencia del primer acto) y salvo por los momentos en los que se tiene que entender que ni el guión ni las actuaciones podían dar para más el resultado es un trabajo que si sigues siendo niño te recordará a las buenas cintas de videoclub de tu infancia.
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