jueves, 4 de octubre de 2007

Brevísima Historia del Tiempo en una Cáscara de Nuez que contenía un Universo

Ya desde pequeñito miraba el cielo y viajaba por las estrellas rumbo al país de Nunca Jamás, hacia lugares remotos y jamás imaginados por el hombre.

Historia del Tiempo llegó cuando el telescopio, el planisferio, los mapas celestes y los libros sobre astronomía para canijos invadían su cuarto. No entendió ni una palabra de lo que ahí se decía sobre membranas, cuerdas y horizontes de sucesos. Pero aquel libro hizo volar aún más su imaginación. Una muestra de lo que el hombre podía hacer frente a las limitaciones y adversidades.

Pasaron las estaciones y el niño olvidó que quería ser astronauta y vivir en un observatorio. Aún así, las estrellas le seguían fascinando. Recortaba todo lo que leía en los periódicos, compraba libros y trataba de no sentirse frustrado por no haber escogido el camino que podría haberle llevado hacia el cosmos.

En la universidad recuperó gracias a El Universo en una Cáscara de Nuez las ansias por volar que esos libros de divulgación le provocaron. Este era más agradable de leer. Más divertido. Las membranas y cuerdas tenían ahora un poco más de lógica.

Una mañana el maestro dijo a todo el mundo que se había equivocado. No importaba. ¿Quién no lo ha hecho alguna vez? Se aprende gracias a los errores; pero siendo sinceros, ya no era lo mismo.

Se había perdido parte del hechizo y el conjuro quedaba incompleto.


Y transcurrieron los años.

Una tarde se cruzó en su camino Brevísima historia del Tiempo. Le miraba desafiante desde la estantería de aquella librería, como si le reprochase que hubiese crecido, que tuviese otros sueños, que ya no fuera aquel mocoso resabiado que pretendía tocar el lugar en el que un segundo se dilata hasta el infinito.

Esa misma noche su biblioteca personal recibió a un nuevo inquilino, más chiquito y barato que los otros, pero igual de fascinante.

El niño ha recordado cómo volar.

1 comentario:

Elisa McCausland dijo...

El niño quiso ser astronauta? Qué casualidad, conozco a alguien que leyó cosas que le hicieron preguntarse por qué los hombres no han dejado nunca de mirar al cielo, ;)