Breve, intenso y repleto de sensaciones.
El viejo Eguchi comienza a regentar una casa donde los ancianos pagan por dormir junto a jóvenes mujeres sedadas a las que no pueden/no deben tocar para que la experiencia les haga evocar recuerdos dormidos o enterrados.
"El último placer al que puede darse un viejo inútil y senil".
Cada vez que Eguchi acude a los servicios de ese lugar revive diferentes pasajes de su vida relacionados con distintas mujeres, recuerdos rescatados gracias a las sensaciones provocadas por las chicas con las comparte lecho.
El caracter pulcro, erótico y misterioso que envuelve el relato se transforma a escasas páginas del final en algo sucio, pornográfico y desagradable, con un desenlace que invita a pensar; a darle vueltas a los retorcidos cinco capítulos que componen la novela.
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