Dejó de jugar con el Gormiti, que su madre le había dado para que no incordiase, cuando otro niño entró en el vagón del tren. Éste lloraba y la mujer que le llevaba, que debía ser familiar, le arrastraba con resignación de una de las mangas del abrigo.
El niño llorica tenía también consigo la figura del mismo personaje que él, solo que era un modelo cuatro veces más grande y, por tanto, mucho más aparatoso que el suyo.
Preguntó a su madre que por qué lloraba aquel niño y ésta, que también se había fijado en el chaval y en su mostrenco juguete, contestó que no lo sabía.
El niño comparó entonces de cabeza los tamaños de las figuras y llegó a la evidente conclusión de que el juguete que el niño llorón tenía era desproporcionado y mucho más grande, datos que le hizo saber a su madre.
Ésta asintió y su niño siguió mirando con descaro al afortunado pero llorica poseedor del muñeco cuatro veces más grande que el suyo.
¿Por qué demonios estaría llorando ese condenado?, pensó el chaval mientras comparaba de nuevo con la cabeza el tamaño de los juguetes.
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3 comentarios:
Entonces, tras tu post concluímos que el tamaño SI importa?
Sin duda, al niño -y su mamá- del post SÍ que les importa :P
los niños llorones siempre tienen los mejores juguetes
...
pero eso también te hace pensar de mayor que los que tienen mayores juguetes tienen una deficiencia...
por cierto que, mi sobrino está loco perdido con los gormiti, su favorito es "el fefe del agua" XD
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