Transformers 3 incorpora muchos más elementos de Generation One que ninguna de las otras películas (los bloques de Energon, los portales transportadores, Cibertron como planeta vivo, Shokwave, Sentinel -con un diseño inspirado en Rodimus-, Optimus Prime usando su trailer y añadiendo piezas de armadura con el diseño de Ultra Magnus, etc) pero si por encima de todo esta entrega es mucho más funcional que la anterior es por presentar un libreto decente con el espectáculo que plantea. La presencia de antagonistas humanos enriquece las tramas con las que se hilvana la estructura heredada de la primera parte (ciudad, exilio, ciudad) y los giros de guión potencian las personalidades de unos Transformers que a estas alturas muchos fans temíamos que se hubieran quedado en meras moles de impresionantes Fx. De los fallos de racord, del caótico ritmo narrativo, de los tijeretazos incomprensibles en mitad de las escenas o la excesiva y larga Batalla de Chicago no merece la pena hablar porque es algo a lo que este director nos tiene malamente acostumbrados.
El final, climático, de manual y sin epílogo, para que nadie tenga tiempo de pensar qué es lo que ha sucedido, evoca al final de la serie original de los años 80, salvo por ese Optimus Prime vengativo, cansado, viejo, que asesta el golpe de gracia a su némesis y a la trilogía cinematográfica.
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