Soy un mediocre.
A tus ojos puede que no.
Pero en verdad muchos me miran (y contemplan) como lo que este sistema me ha configurado: un mediocre.
No, claro que tú no lo piensas (o tal vez sí) pero si te hablasen de un desconocido en mis circunstancias actuales es probable que usases semejante epíteto.
No te (me) culpo; tal y como se ha dispuesto todo sobre el tablero parece que no quedan más opciones para encasillarme.
Esa es mi gran derrota.
Y su gran victoria.
Persigo un sueño. Un ideal. Pero me quedo solo.
El sentido común. La vida. La realidad. Parece que todo se configura de manera diferente a quien la relate.
Si no tienes tu hueco, si no has alcanzado las metas marcadas, si no obtienes reconocimiento, si careces de trabajo, si te falta esa ayuda, si te han denegado esa beca, si te han echado de tu casa, si te asfixias en deudas que no esperabas que jamás te cubriesen de semejante manera... es fácil pensar que no te has esforzado, que no has sido excelente y, por supuesto, que no has hecho lo suficiente.
Dejo que otros sigan el camino de baldosas amarillas.
En verdad, en serio, creo que El Mago te espera al final de la aventura.
No te apenes. Hacia los lados veo camino.
Alguien estará ahí. Seguro.
Seguro que hay más mediocres a los lados del camino.
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