Mi amigo Mark Evanier me contó que conoció a Ray Bradbury cuando era un niño de once o doce años. Cuando Bradbury se enteró de que Mark quería ser escritor, lo invitó a su despacho y se pasó medio día explicándole las cosas importantes: si quieres ser escritor, tienes que escribir. Cada día. Tanto si te apetece como si no. Le dijo que no se podía escribir solo un libro y parar. Que es trabajo, pero que es el mejor trabajo que existe. Mark terminó siendo escritor, la clase de escritor que vive de la escritura.
Ray Bradbury era la clase de persona capaz de dedicarle medio día a un niño que quería ser escritor de mayor.
(De la introducción al cuento de Neil Gaiman "El hombre que olvidó a Ray Bradbury", publicado en la antología Material sensible)
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