Hay veces en las que lees un libro que es una soberana gilipollez pero que al acabarlo te deja una sensación plena, repleto de buen rollo, que te hace olvidar la tontería del texto. En otras ocasiones, simplememte te quedas como al principio.
Yo aún estoy decidiendo en qué saco meter la última novela de Christopher Moore, en la que agarra El Rey Lear de William Shakespeare y le da un baño de tripis, setas, porros y pajas. Pasar un buen rato lo pasas con él, pero yo sigo rascándome la cabeza dándole vueltas al viaje lisérgico que encierran sus páginas.
Y ahora me he quedado con el gusanillo de leer el libreto original...
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