Alguien no hace de forma correcta su trabajo y arruina en cascada el resto del día a una cantidad indeterminada -pero notable- de anónimos.
Miran a otro lado. Los alguien. Siempre cansados. Fatigados por alimentarse del pesar, la tristeza y la impotencia de los anónimos, de su drama, de sus números de registro y de sus problemas -creen con firmeza- que nunca tendrán.
[Alguien con preocupante sobrepeso exige que se encienda el aire acondicionado porque tiene calor. Debe de pesar sin problema mas de 120 kilos. Pensemos en el verdadero el problema]
Y los anónimos, sin fuerzas, gastan sus pocas fuerzas en maldecir a esos alguien.
Por encima, quienes no pierden tiempo en estos detalles.
Más elevados, los otros, y ya en un plano inalcanzable, ellos.A los otros y a ellos no les importan los alguien, los quienes, ni los anónimos.
Ellos, y por extensión los otros, están bien.
Y así deben ser las cosas.
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