A sus años Clint Eastwood no tiene que darle explicaciones a nadie y mucho menos justificar cuales son sus posiciones ideológicas, de sobra conocidas por sus declaraciones siempre que se le pregunta o analizando su larga trayectoria cinematográfica como director.
En El francotirador no entra a valorar la incursión de EEUU en Afganistán e Irak y se limita a narrar lo que ya sabemos pero de una manera nada aséptica: la guerra es una mierda y de los que vuelven de ella, algunos se recuperan y otros no.
Los minutos finales, que pueden resultar paródicos al visionarse fuera de EEUU, no son sino un reflejo de lo que América busca y necesita en este siglo sin rumbo. El francotirador de la cinta -estupendamente retratado en apenas 10 minutos y en varios flasbacks soberbios- nunca fue un héroe pero tampoco se cuestionó nada de lo que hizo, y aquí veo el gran logro del trabajo, que revuelve a unos y levanta aplausos en otros.
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