Pasear por el centro de Madrid desde hace años es algo molesto, hiriente y nocivo.
Espacios en plazas alquilados o cedidos a grandes empresas, calles peatonales pensadas para las terrazas de bares no precisamente Pymes, barrios gentri...
No es la ciudad que yo deseo.
Entre Sol, Callao y Plaza de España muchas ONGs lanzan a sus 'voluntarios' a captar colaboradores o socios. Es algo que siempre me ha resultado molesto, pero todos 'tenemos derecho a tener un sueldo'. Me digo siempre.
Normalmente cuando alguna de esas personas con sus carpetas hacen el ademán de pararme suelo soltar un chascarrillo, comentamos dos tonterías y me alejo, sabiendo que el inevitable 'menudo gilipollas' va a continuación de mi huida.
Hace unos días no estaba de humor.
Estuve a punto de decirle a una de las comerciales de X ONG que trató de captar mi atención todo lo que pensaba del sistema de contratación que tienen con ellos, sus cuotas de socios, sueldos, contratos abusivos y que qué demonios me iba a contar de nada si no hacía X cuota al día para la organización que fuese.
Recordé que la vida suele castigarme con la cruel ironía de adjudicarme los trabajos que más desprecio cuanto más cargo contra ellos, y por eso no inicié semejante perorata.
Ni con la persona que me intercepto al principio de Preciados ni a quien me bromeó ya cerca de la Plaza de Callao.
El miedo.
El miedo a las bromas del destino.
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2 comentarios:
Piensa que si tu estuvieras en su lugar y viniera alguien como tu y te dijera lo que ibas a decirle tu mismo dirías "eh, qué razón tienes".
es complicado y quiero evitar juicios de valor desde mi atalaya ... :(
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