sábado, 19 de marzo de 2011

Algo va mal - Tony Judt

Si 1989 significó un redescubrimiento de la libertad, ¿qué límites estamos dispuestos a ponerle? Incluso en las sociedades "más amantes de la libertad" se le imponen restricciones. Pero si aceptamos algunas limitaciones -como hacemos siempre-, ¿por qué no otras? ¿Por qué estamos tan seguros de que cierta medida de planificación o la tributación progresiva o la propiedad colectiva de los bienes públicos son restricciones intolerables de la libertad, mientras que las cámaras de circuito cerrado, los rescates estatales de bancos de inversión "demasiado grandes como para dejarlos caer", las escuchas telefónicas y las costosas guerras en otros países son cargas aceptables que la gente debe soportar?

Quizá haya buenas respuestas a estas preguntas, pero si no las planteamos ¿cómo las vamos a saber? Tenemos que redescubrir cómo hablamos sobre el cambio: cómo imaginar formas diferentes de organización, libres de la peligrosa salmodia de la "revolución". Debemos distinguir mejor que algunos de nuestros predecesores entre fines deseables y medios inaceptables. Como mínimo, deberíamos tener muy presente la advertencia de Keynes sobre esta cuestión: "no basta con que el estado de cosas que queremos promover sea mejor que el que le precedió; ha de mejorar lo suficiente como para que compense los males de la transición".

No obstante, tras reconocer y asumir todas esas consideraciones, debemos mirar hacia adelante: ¿qué queremos y por qué lo queremos? Como sugiere la actual ruina de la izquierda, las respuestas no son evidentes. Pero ¿qué alternativas tenemos? No podemos dejar el pasado a nuestras espaldas y limitarnos a cruzar los dedos: sabemos por experiencia que la política, como la naturaleza, aborrece el vacío. Después de veinte años desperdiciados, ha llegado el momento de comenzar de nuevo. ¿Qué hacer?

Algo va mal, Tony Judt, 2010

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